La pasion de Maria Rosario
RECLAMO DE MARIA ROSARIO A LA ESFINGE DE SAN MIGUEL
Como creer que no eres cierto si me fundí en tú carne, como explicarle a mi cuerpo que tú mirada es pétrea, si tantas veces tus ojos me traspasaron revolcando pensamientos con deseos, si estos miraron mi piel joven, cuando ni el rey de los paganos tenía acceso a mis muslos ni a mis pechos y tú me desnudaste sin prejuicios, sin permisos, sin vergüenzas.
De donde entonces fueron las caricias de tus manos firmes de tus brazos en mi pecho, cuando levantaste mis nalgas hasta tu rostro y este engullo mi aliento y el sabor de los oscuro que al beberlo me iluminaba el cielo y todos los ángeles gritaban a coro y aplaudían tus bestialidades, transfigurando los rostros de los rubicundos querubines en precoces siniestros que me acariciaban con manos tiernas y deseo insano, sin destreza pero con vulgar fuerza.
Como entonces que tu lanza de fuego me quemo y me traspaso, me volteo, me azoto, desfiguro mis formas y el dolor de mis entrañas en sincretismo con el cielo y el infierno me hizo gritar plegarias y susurrar blasfemias.
Como explicarle a mis labios , a mi gusto, a mi lengua, a lo profundo de mi garganta, que tu lanza no me empalo ni te vaciaste con toda la fuerza del orificio del leviatán , rellenando cada hueco, cada pliegue, cada forma, cada recoveco, recorriendo con tu rio todos los laberinticos caminos de mi ser.
No , no al sentido primario, a ese no lo podéis engañar, pues está saturado del aroma de la sabia de tú tronco, del lo que huele el viento después de la batalla, de mi miel con tu miel, de mi sangre con tu sabia y de tu sabia con mi aliento, ese olor intenso que ni mis lagrimas limpiaron, la mezcla de mezclas, el origen, de dónde venimos y a el que siempre recordaremos como preludio de nuestra existencia.
Como creer que no eres cierto si me fundí en tú carne, como explicarle a mi cuerpo que tú mirada es pétrea, si tantas veces tus ojos me traspasaron revolcando pensamientos con deseos, si estos miraron mi piel joven, cuando ni el rey de los paganos tenía acceso a mis muslos ni a mis pechos y tú me desnudaste sin prejuicios, sin permisos, sin vergüenzas.
De donde entonces fueron las caricias de tus manos firmes de tus brazos en mi pecho, cuando levantaste mis nalgas hasta tu rostro y este engullo mi aliento y el sabor de los oscuro que al beberlo me iluminaba el cielo y todos los ángeles gritaban a coro y aplaudían tus bestialidades, transfigurando los rostros de los rubicundos querubines en precoces siniestros que me acariciaban con manos tiernas y deseo insano, sin destreza pero con vulgar fuerza.
Como entonces que tu lanza de fuego me quemo y me traspaso, me volteo, me azoto, desfiguro mis formas y el dolor de mis entrañas en sincretismo con el cielo y el infierno me hizo gritar plegarias y susurrar blasfemias.
Como explicarle a mis labios , a mi gusto, a mi lengua, a lo profundo de mi garganta, que tu lanza no me empalo ni te vaciaste con toda la fuerza del orificio del leviatán , rellenando cada hueco, cada pliegue, cada forma, cada recoveco, recorriendo con tu rio todos los laberinticos caminos de mi ser.
No , no al sentido primario, a ese no lo podéis engañar, pues está saturado del aroma de la sabia de tú tronco, del lo que huele el viento después de la batalla, de mi miel con tu miel, de mi sangre con tu sabia y de tu sabia con mi aliento, ese olor intenso que ni mis lagrimas limpiaron, la mezcla de mezclas, el origen, de dónde venimos y a el que siempre recordaremos como preludio de nuestra existencia.
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