EL POLIEDRO


El sol de aquella tarde rompía en pedazos mi reparadora siesta -privilegios de rey -, y me lo hizo recordar a gritos, no con la ternura sensual de la princesa de la noche, sino con la devastadora irrupción del pagano mayor, como recordatorio necio de Jerarquías, un grito grosero y un golpe sin consecuencia a un súbdito necio.

No había de otra, no cavia el optar, me incorpore y mire al espejo , o lo que quedaba de él, sólo trazos de una pieza que en algún tiempo fue oval, ahora solo pedazos que dibujan un poliedro irregular, opaco y manchado, incruste mi rostro en la esquina menos dañada y con algo de agua y las yemas de mis dedos intente peinarme , sólo intente, pues mi alopecia ya no daba juego a rayas, copetes, estilos, sólo a un leve aplacamiento de mis escasos y ralos cabellos, aun así los bendecía , pues eran el motivo para visitar aquella tarde a la peluquería, era alérgico a los salones de belleza o a las denominadas estéticas, guardaba una fidelidad férrea a las peluquerías, las que se identifican con un cilindro de colores, azul, rojo, blanco, con sillones amplios con re cargaderas para los brazos y los pies, con su espera  llena de revistas y periódicos, algunos tan viejos como la propia vida del establecimiento, incluso en mi última visita encontré  una revista Siempre, en color sepia, era ya un ejemplar de hemeroteca, o quizás ya de un anticuario, aunque no valía la pena su contenido, lleno de loas al presidente en turno de una época ida, de hombres aplaudiendo a un mandatario en llanto.  Apreciaba  estos establecimientos, pues cada vez que entraba a uno de ellos, era pegar un brinco al ayer , ahí nada cambiaba, los mismos espejos, los posters de marilyn de blanco y negro en su visita en México, sí la foto esa que era señal inequívoca que la rubia más famosa no era güera, las cintas de cuero para afilar las navajas, las tijeras de punta, los peines de colores ,  los cepillos de cerda, los peluqueros que a fuerza de verlos de continuo no aprecias sus cambios, hasta que reparas en fotografías amarillas colgadas en añejos marcos- si aquel radiante muchacho delgado de abundante copete es el mismo rubicundo, calvo y  anciano-, que sabe sin preguntar,  la forma y la manera de tu corte, o lo que se puede aun hacer con lo que queda de la otrora abundante cabellera, si en tu juventud era pena  peinarse a la Boston o casquete corto desvanecido atrás, hoy era un lujo.  

Me encamine esa tarde, el bus lo aborde a los pocos minutos, descendí y me encamine a la dichosa peluquería, recién dos semanas atrás había acudido- que religiosidad me impulsaba a acudir nuevamente- que tanto se le podía cortar a mis pequeños cabellos, el motivo no era el corte, era sólo justificación,..- los eventos fuera de vigencia, son en ocasiones la justificación de nuestros actos presentes - la vi, vaya que mujer, que hacia ahí en un establecimiento de poca monta, una mujer tan bonita, delgada, ojos grandes ,  pestañas negras y  tupidas, nariz respingona, labios carnosos, me hacia recordar la máxima aquella de las mujeres de Castilla, " las mujeres deben de tener 3 cosas negras, 3 cosas blancas y 3 cosas sonrosadas" , las 3 cosas negras, sus cabellos , sus ojos y sus pestañas, sus 3 cosas blancas, sus dientes, su rostro y sus manos y tres cosas sonrosadas, sus labios, sus mejillas y sus pezones.

La mire, sin saber su nombre, simplemente me embebecía su mirada que furtiva coincidía con la mía, al través del encuentro de nuestras miradas en el espejo, disfrutaba  el mirarla, con justa discreción,  no quería parecer un viejo verde. ¿ Qué edad tendría ella ? , se olía como de veinte, - ¿ Que rituales danzan en el lapis de un cincuenta ñero, para  excitar la escondida  emoción adolecente ? -. Y otra vez en el cruzamiento al través del espejo, en el poliedro que formaba la visión reflejada en el espejo lateral que por óptica no rectilínea se dirigía justo en mi mirada al cristal reflejante del lado opuesto,  su mirada con la mía, justos esos exactos escasos instantes, valían la pena...si era ella, que miraba y yo veía, mi cabeza  aun tarareaba  la exquisita melodía  toi et moi. 




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