LA MALA INFLUENZA
Recorro las callejuelas que incolumes miran a los nuevos personajes que hoy transitan, - alla el viejo que arropado en sus despojos empuja su carroza de desechos, ahi en el roido baul rodante se aprecia su juventud que arroja en polvos , que al aire se integra y en bocanadas respiran las juventudes que en sus entrañas muta en acaros que se alimentan de vida y que al reojo y al parpadeo los devorara para transformarlos y reponer en exacta copia al personaje que hoy se arrastra-.
Mas alla, en la banca bajo la sombra del arbol que no se cansa de llorar, dos brujas con disfraz de damas sacan filo a los cuernos de sus rollizos vastagos ,quienes ingenuos juegan a tocarse, asomando sus pequeños colmillos detras de su picara sonrisa.
Tomo un descanso, pero me lo interrumpe la niña que jugando a princesa tararea una estrofa que nadie entiende , pero que todos miran las notas que se asoman escritas en sus piernas, cuando al bailar la falda se levanta.
Repican las campanas y bufando de esfuerzo llegan al doce, se arriman los corderos que apretujados entran al templo, por delante van las beatas seguidas de los irredentos, tercos en la anexiòn de nuevos territorios, llevando en la diestra el dogma y en la siniestra la historia y la costumbre.
No logro distinguir en el tropel las demas castas, en mezcolanza aprecio sòlo por colores, a negroides, bereberes, afeminados, pinecantropus y varios erectus siempre detras de las señoritas.
El guia envia a su emisario a callar a la manada y lanza consignas en latin que nadie comprende, busco ya en silencio al jesus pero no lo encuentro, me salgo pues me ahoga el misterio de la santisima trinidad , de la sangre y el cuerpo de cristo, ¿ Sabran de estas galimatias los que dictaron los ministerios ?
A Jesùs lo encuentro pasos enfrente, en su trabajo de mesero robandose las sobras, me pinta una sonrisa y yo arrojo monedas a la fuente.
Mas alla, en la banca bajo la sombra del arbol que no se cansa de llorar, dos brujas con disfraz de damas sacan filo a los cuernos de sus rollizos vastagos ,quienes ingenuos juegan a tocarse, asomando sus pequeños colmillos detras de su picara sonrisa.
Tomo un descanso, pero me lo interrumpe la niña que jugando a princesa tararea una estrofa que nadie entiende , pero que todos miran las notas que se asoman escritas en sus piernas, cuando al bailar la falda se levanta.
Repican las campanas y bufando de esfuerzo llegan al doce, se arriman los corderos que apretujados entran al templo, por delante van las beatas seguidas de los irredentos, tercos en la anexiòn de nuevos territorios, llevando en la diestra el dogma y en la siniestra la historia y la costumbre.
No logro distinguir en el tropel las demas castas, en mezcolanza aprecio sòlo por colores, a negroides, bereberes, afeminados, pinecantropus y varios erectus siempre detras de las señoritas.
El guia envia a su emisario a callar a la manada y lanza consignas en latin que nadie comprende, busco ya en silencio al jesus pero no lo encuentro, me salgo pues me ahoga el misterio de la santisima trinidad , de la sangre y el cuerpo de cristo, ¿ Sabran de estas galimatias los que dictaron los ministerios ?
A Jesùs lo encuentro pasos enfrente, en su trabajo de mesero robandose las sobras, me pinta una sonrisa y yo arrojo monedas a la fuente.
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