MEMORIA DE MIS PUTAS TRISTES.



Allá vamos…que suave seria ir camino al centenario y confrontar a la vieja zorra de la vejez sin rencores, como viejos amigos que se perdonan los agravios y sólo queda en ellos el amable recuerdo de la bonhomía de los buenos tiempos, con conciencia, con nostalgia, sin maledicencia. 
Recibiendo la hora fatal que marca el final del reloj, con la sapiencia que sólo otorga la vejez, la buen vejez, producto de la No buena vida.
Así es nuestro “Viejo Sabio”, un sibarita de doble vida, de día un respetable articulista, sin fortuna pero con reconocimiento y bajo la sabana nocturna y el cobijo de su sombra, un hábil y experto conocedor de los laberintos y recovecos de los espacios Noc santos, de sus umbrales, sus arrabales, sus Mama santas y sus niñas, sobre todo de estas.
Buen conocedor de los clásicos literarios y gustoso de fino oído, de los placeres que da la carne, sobre todo la fresca, en sus versiones cóncavas y convexas, sin discriminación de féminas de viejo oficio o de personal de intendencia, siempre salvo o esquivo audaz del ministerio que otorga el lace ad perpetuam, o la sentencia lapidaria “hasta que la muerte nos separe “
Pero siempre la vida resulta más astuta que el mismo diablo, pues le tiende la trampa del amor al “viejo sabio”, que no resulta ya tan sabio, Más bien Verde.
Y este cae- cual impúber jovencito enamorado- bajo el encanto virginal de una etérea niña, casquivano a los noventa, no buen preludio, pero corolario que resulta en moraleja de una vida, “Al final el principio”.
CC.

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